lunes, 26 de octubre de 2015

Mala memoria

Hoy quiero que me hagas un favor, si tú, la que está leyendo esto. ¿ Lo harás? Espero que sí. 
Para empezar, quiero que te coloques la mejor de tu sonrisas. Y que la claves bien para el resto del día, para que aguante ahí venga lo que venga. Para que te levante después de tu caída tras esa piedra. Para que supere tus miedos del día. Tus complicaciones. Tus trabajos interminables, tus horas de clase. Para que aguante todo. Después, prométeme que te miraras al espejo. Sí. Para qué, dirás. Pues para que veas lo maravillosa que eres. Para que veas tus defectos y te rías de ellos. Para que le hagas muecas a esa que se refleja, y sonrías. Para que te des algún que otro retoque de maquillaje. No porque te haga falta. No. Sino porque te apetece. Y porque hoy quieres brillar aun más. Si es posible. Coge tu bolso favorito, saca los miedos e introduce un poco de seguridad. Qué coño, un poco no, un puñao. Saca el mal humor y cámbialo por risas. Por chistes. ¿Qué tal vas?. ¿Aún te queda espacio, verdad?. Pues sigue. 
Saca la timidez y mete un poco de valentía. Y cambia el bajón por una subida de energía. Y, por supuesto, cambia las lágrimas por un saco entero de sonrisas. Sí, yo creo que con esto por hoy basta. Seguro que con esto no notas el peso de ese gran bolso. Desentona entre la multitud. Entre el estrés que se respira a tu alrededor. Entre el que corre para pillar el metro porque llega tarde. Y entre la que suspira por perderlo. Venga, vamos. ¿Qué haces ahí parada? ¿Acaso te crees que quedándote ahí algo va a cambiar? Hazme caso. 
Levántate con ganas. Levántate y arrasa por donde vayas. Que toda tu risa le gane ese pulso al dolor. Al miedo. A todo lo que se te presente por delante. Quiérete. Quiérete hoy más que nunca. Sé presumida. Píntate los labios de rojo. Y anda moviendo las caderas, como si de una pasarela se tratase. Y ríete de los piropos que saltan a tu alrededor.

Venga, va. Prueba a hacerlo hoy, ya verás que sensación. Ya verás como mañana vuelves a repetir. Y me dirás: “tenias razón”. Y yo te diré: “lo sé”. Y entonces, no querrás dejar de hacerlo nunca más. Porque esa sensación, esa sensación de llevar el control, de tener seguridad, de quererse a una misma, no tiene precio. No se debería de acabar nunca. 

Porque, si no te quieres tú, ¿quién te va a querer?

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